Con el apoyo de la reina de Inglaterra, Sir Francis Drake casi destruye la ciudad en 1586, razón por la que Felipe II ordenó hacer realidad el corralito de piedra
Tuerto, con un brazo tieso y caminando con una pierna de palo, Blas de Lezo se convirtió en una leyenda de Cartagena al defenderla del asedio británico en 1741. Movilizando tropas, y defendiendo a capa y espada la soberanía del Imperio español, desde el castillo de San Felipe derrotó a una fuerza 10 veces mayor. El español logró una hazaña impensada, pero de no haber sido, precisamente, por esa fortificación, el resultado habría sido distinto. La historia de las murallas de Cartagena, esas que le echaron una mano, se remonta, precisamente, a otro asedio, hecho por un pirata 150 años atrás.
Hoy se celebra la Independencia de Cartagena y aquí va la historia de sus murallas. Video realizado para @Banrepcultural pic.twitter.com/CtqkMn5JPG
— ¿Se lo explico con plastilina? (@altereddie) November 11, 2022
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Sir Francis Drake y su ataque a Cartagena de Indias
En 1586, las tensiones entre el Imperio británico y el Imperio español estaban a tope y la guerra, no declarada oficialmente, era más real que nunca. Mientras los ibéricos trataban de resguardar sus tierras en el “nuevo continente”, desde suelo anglosajón buscaban la forma de dar el primer zarpazo. Fue así como la reina Isabel I contrató a Sir Francis Drake, uno de sus mejores marinos, para hacer un ataque preventivo a “Las indias”, buscando debilitar las fuerzas españolas. Su aventura inició en la Isla de Santiago, donde hizo los primeros destrozos, para luego llegar a Santo Domingo y sitiarlo por más de 1 mes.
Sin embargo, uno de los grandes objetivos del que empezó a ser considerado como un pirata para los españoles, era Cartagena de Indias, una de las ciudades más importantes del caribe, y allí llegó la noche del 9 de febrero con una flota de 30 barcos y 2300 soldados. La toma de la ciudad fue sencilla, puesto que en ese entonces no había fortificaciones y la defensa naval de la ciudad eran apenas 2 galeras. Los ingleses cruzaron como “Pedro por su casa” por Boca Grande, anclaron y bajaron a tierra firme. Allí inició una batalla entre ejércitos, pero, con superioridad numérica, los británicos hicieron de las suyas.
Fue entonces cuando Drake estableció un cuartel general en la ciudad y la proclamó “retenida” hasta que se pagara su rescate. En principio, pidió la abultada cifra de 400 mil pesos, pero ante la negativa de los españoles, empezó a incendiar la ciudad por partes. Tratando de salvar lo que quedaba, los ibéricos le ofrecieron 107 mil pesos, monto que, sumado a todos los saqueos, igualó los 500 mil y, finalmente, sirvió para que abandonara la ciudad. El golpe para el Imperio español fue durísimo, perdiendo piezas de oro, armas y esclavos, por lo que, inmediatamente, Felipe II, el rey, tomó cartas en el asunto.
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El aval para dar inicio a la historia de las murallas de Cartagena
Tras los destrozos hechos por Sir Francis Drake en Cartagena, el rey de España actuó rápidamente y la incluyó en el plan de fortificaciones de América y Filipinas. Y es que el ataque del británico, el más destructivo, solo había sido uno de los muchos que había sufrido la ciudad, por lo que era más que necesario buscar una solución. Así las cosas, el monarca contrató al ingeniero italiano Bautista Antonelli y al maestre de campo Juan de Tejada para que planificaran lo que sería el inicio de la historia de las murallas de Cartagena, el fortín que iba a defender a la ciudad de aquellos que quisieran volver a secuestrarla.
Antonelli fue el primero en pisar territorio de la Nueva Granada, tiempo después del ataque a Cartagena. Empezó detallando la ciudad, que para ese entonces era solo la zona que hoy se conoce como “La ciudad amurallada”, planificó la construcción, recomendando algunos cambios para el levantamiento de la defensa y, finalmente, trazó los planos de la fortificación. En 1595 presentó la idea, que fue avalada por el rey y recibida por el gobernador. Sin embargo, el inicio de la construcción se llevaría a cabo 9 años después.
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Dos siglos de construcción y otros dos de legado
Las primeras piedras de las murallas de Cartagena se pusieron el 8 de septiembre de 1614. El encargado de colocarlas fue el ingeniero Cristóbal de Roda Antonelli, familiar de Bautista, quien estuvo a cargo de la primera etapa de construcción, que duró 15 años y que fortificó toda la parte de la ciudad que da al mar abierto. Después, la responsabilidad recayó en Francisco de Murga, ingeniero español, que levantó los muros que hoy rodean el barrio Getsemaní. Durante ese tiempo, también se amplió el Castillo de San Felipe, para que sirviera como un apoyo a las murallas, pues siguió recibiendo ataques.
Durante más de 150 años, entre cañonazos de piratas y flotas británicas, como la que derrotó Blas de Lezo en 1741, las murallas de Cartagena fueron dañadas y arregladas, y también aumentaron su extensión con el levantamiento de nuevos muros. Hasta 1796, 182 años después, se dio por finalizada la construcción, que convirtió a la ciudad en la mejor fortificada de América, conociéndose por ese entonces como “La llave de las Indias” y convirtiéndose en el verdadero corralito de piedra, imbatible e impenetrable.
Hoy, más de 400 años después, y tras la demolición de algunas partes de la construcción original en nombre del “progreso”, las murallas de Cartagena siguen alzándose como la fortaleza que en algún momento evitó que se destruyera la ciudad. Es el atractivo por el cual cientos de miles de turistas visitan la capital de Bolívar y la mantienen como uno de los destinos más importantes del país. Además, son ese vestigio que nos demuestra que las historias de piratas y corsarios no son inventos de Disney, sino hechos reales que sucedieron en lugares más cercanos de los que podemos imaginarnos.
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