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Aunque es un viejo anhelo, la integración regional de América Latina parece estar más lejos que nunca.
Proliferan los desacuerdos, las controversias, y los enfrentamientos. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha sido un activo defensor de las posiciones de Estados Unidos en la región y después de ser elegido en 2015 y reelegido en 2020 en un periodo que culmina en 2025, su papel ha sido ampliamente controvertido por un importante número de países, pero ha logrado sostenerse gracias al apoyo estadounidense y de sus aliados.
La OEA, cuyo papel ya estaba bastante disminuido, ha perdido influencia. En 2021, Nicaragua se retiró del organismo, retiro que se protocolizó en 2023, y Venezuela se retiró en 2019. México ha señalado que Almagro ha dañado profundamente la organización y que mantenerlo en ella es sumamente perjudicial.
En la última asamblea general de la OEA realizada en Asunción, Paraguay, a mediados de 2024, se presentaron nuevos enfrentamientos y difícilmente se adoptó una resolución. Esta vez fue Milei de Argentina quien rechazó los aspectos de la resolución vinculados a la democracia y el medio ambiente y que mencionaban la necesidad de contar con una perspectiva de género y étnica en los asuntos abordados. En medio de un enfrentamiento con Luis Ignacio Lula, a quien calificó de corrupto y “zurdo salvaje”, Miléi rechazó el marxismo cultural que se reflejaba en la agenda 2030.
En 2025 se elegirá un nuevo secretario de la OEA y quien está más posicionado es Rubén Ramírez Lezcano, actual canciller de Paraguay, quien cuenta al parecer con el apoyo de Colombia y Brasil. Paraguay es el único país de Suramérica que mantiene relaciones con Taipéi, tiene excelentes vínculos con Israel y condena a Rusia en su enfrentamiento con Ucrania.
Las elecciones en Venezuela han sido motivo de nuevas divisiones, pues diez países no reconocen el resultado: Costa Rica, Ecuador, Chile, Argentina, Estados Unidos, Panamá, Guatemala, República Dominicana, Paraguay, Perú y Uruguay. Cuatro lo apoyan, Nicaragua, Honduras, Cuba y Bolivia, y tres más, Colombia, México y Brasil han exigido la publicación de las actas.
Por lo menos cinco países, México, Bolivia, Colombia, Chile y Honduras mantienen tensiones y malas relaciones con Dina Boluarte, de Perú.
Mientras tanto, el proceso de integración económica hace agua. Brasil está enfrentado con Argentina, Chile está a punto de ratificar un tratado de libre comercio con la Unión Europea, y el Mercosur se encuentra dividido sobre la ratificación de un tratado con esa misma organización. Petro habla de revisar el TLC con Estados Unidos, aunque no hace nada al respecto, y Ecuador y Perú profundizan sus vínculos con la potencia del Norte.
La reciente visita a varios países de un portaaviones de Estados Unidos mantiene la presión militar sobre Suramérica. La migración de venezolanos a varios países ha sido fuente de tensiones. México y Ecuador se encuentran enfrentados a raíz del asalto de fuerzas ecuatorianas a la embajada de México en Quito.
Hay grandes diferencias sobre la guerra en Ucrania y sobre el conflicto en Gaza. Enfrentándose a Washington en el propio Patio Trasero, China hace esfuerzos por extender su influencia en la región. Está construyendo un megapuerto en Chancay, Perú, y China es el principal socio comercial de los países de América del Sur y, junto con Brasil, es miembro fundacional de los BRICS.
La única entidad que ha mantenido cierta continuidad es la Celac, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Tiene la virtud de ser el único mecanismo regional que no cuenta con la participación de Estados Unidos ni Canadá. La Celac no es un mecanismo de integración, no tiene institucionalidad desarrollada y se limita a jugar el papel de facilitar el diálogo político que desempeñó en una época el Grupo de Río.
La próxima presidencia de la Celac estará en manos de Colombia, que ha puesto sobre el tapete la agenda de descarbonización y cambio climático, propuestas que ningún país acompaña
La próxima presidencia de la Celac estará en manos de Colombia, que ha puesto sobre el tapete la agenda de descarbonización y cambio climático, propuestas que ningún país acompaña. Por el contrario, todos los países petroleros de la región se esfuerzan por explorar, producir y exportar petróleo.
Gustavo Petro ha fracasado en su propósito de intermediar en la situación de Venezuela y su propuesta a Maduro de que se reintegrara al sistema interamericano de derechos humanos o de repetir las elecciones o de instaurar un frente nacional entre la oposición y el gobierno han sido desestimados por todos los actores involucrados.
El escenario de la integración de América Latina es deplorable y tiene hacia el futuro carácter de pronóstico reservado. Las inconsecuencias, las veleidades de mandatarios que quieren imponer sus agendas particulares, la injerencia de Estados Unidos, empeñado en mantener a toda costa la hegemonía, el alineamiento innecesario en conflictos extrarregionales y la ideologización de las relaciones internacionales están pasando la factura
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