Nacido en Florencia, el arquitecto dejó Italia a finales del siglo XIX para ser el artífice de varios proyectos en Colombia, entre ellos el mítico escenario
Caminar por el sector de La Candelaria, en el centro de Bogotá, significa encontrarse con edificios que relatan las memorias de la ciudad. Sus casas con techos de barro y sus características construcciones con fachadas de mármol han sido los sitios donde se han vivido los momentos más destacados de la historia bogotana, y donde se han tomado las decisiones en temas políticos, religiosos y culturales. Uno de los más reconocidos ha sido el Teatro Colón, un escenario que lleva funcionando más de 100 años y cuya historia inició muy lejos del país, con el nacimiento del italiano Pietro Cantini, arquitecto del Teatro Colón de Bogotá, quien se radicó en Colombia para ser el artífice de verdaderas obras de arte.
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Pietro Cantini, el florentino que quiso diseñar edificios
Antes de ser reconocido como el arquitecto del Teatro Colón, una de las más majestuosas construcciones de Bogotá, Pietro Cantini vivió su infancia en la siempre bella Florencia, en Italia. Hijo de Michele Cantini y Elisabetta Loi, y siendo el menor entre 13 hermanos, desde temprana edad se dejó contagiar por esa aura artística que rodea a la cuna del renacimiento, como se conoce a la ciudad, y a la edad de 20 años inició sus estudios de ingeniería en el Colegio Militar. Sin embargo, lo que realmente quería el jovencito era especializarse en arquitectura, un sueño que finalmente se convirtió en realidad y con bastante éxito.
Después de salir del Colegio Militar, Pietro Cantini se inscribió en la Escuela de Bellas Artes de Florencia y allí se especializó como arquitecto. Casi al instante, empezó a ser reconocido como uno de los estudiantes destacados de la institución, para luego, ya teniendo más experiencia, ser el guía y profesor de otros aprendices. En esa labor estuvo durante algún tiempo, mientras buscaba la manera de ejercer la arquitectura en su país natal; pero como la vida no siempre es lo que se espera, por cosas del destino terminó tomando un viaje al otro lado del Atlántico para, precisamente, empezar a diseñar y a levantar edificios.
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Su llegada a Colombia en busca de trabajo
En 1880, gracias a su compañero Césare Fortini, Cantini se enteró que, por petición de Julián Trujillo, presidente de los entonces Estados Unidos de Colombia, en el país estaban buscando un arquitecto italiano para terminar las obras del Capitolio Nacional. El hombre no lo pensó dos veces, se enlistó entre los opcionados y viajó hasta París a firmar el contrato con el vice cónsul colombiano. Hecho esto, se montó en un barco llamado “El Labrador” y arribó a Puerto Colombia para ser ratificado por Rafael Nuñez, sucesor de Trujillo, para poder darle feliz término a la construcción.
Sin embargo, después de llegar al país y de estar trabajando por un buen tiempo en la terminación del Capitolio Nacional, Pietro Cantini recibió otra tarea por parte de Rafael Núñez. En 1885, después de expropiar el edificio donde se encontraba el Teatro Maldonado, uno de los más antiguos de la ciudad, el presidente de la República tuvo la idea de reformar el espacio y construir el que sería llamado, en primer lugar, el Teatro Nacional. Fue entonces cuando se contactó con el arquitecto italiano y le concedió el aval de hacer lo que quisiera en dicho predio, un lote que era bastante pequeño para hacer un escenario artístico.
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El arquitecto del Teatro Colón de Bogotá, una joya de la capital
Con toda la experiencia que había adquirido como profesor en Italia y como arquitecto en su corta estadía en Colombia, Pietro Cantini se puso manos a la obra e, inspirado por la herencia barroca de los teatros en herradura, creó un escenario parecido a los de dicha época, pero con un estilo neoclásico que combinaba perfectamente con otros edificios de la capital. Para su parte exterior, decidió utilizar mármol, y para el diseño interior se valió de los más importantes ornamentadores extranjeros que vivían en Colombia. La primera piedra del teatro se puso en octubre de 1885, ladrillo que terminó convirtiéndose en una verdadera obra de arte que, hoy, incluso con algunas remodelaciones, sigue sorprendiendo a propios y extraños.
Pietro Cantini entregó el Teatro Colón el 12 de octubre de 1892, en celebración de los 400 años del descubrimiento de América. El arquitecto dispuso de la sala para el público más una platea, sumó tres filas de palcos, una galería, el foso de la orquesta, la tramoya, los camerinos y, por supuesto, el escenario. Los acabados y los detalles los hizo apoyado por los pintores Filippo Mastellari y Giovanni Menarini, el escultor Cesare Sighinolfi y el yesero Luigi Ramelli, lo que dio como resultado un escenario nunca antes visto en la capital, y tal vez en Colombia, que no tuvo que envidiarle nada a los grandes teatros europeos. Hoy, 132 años después, es Monumento Nacional y es la viva imagen de la importancia del arquitecto italiano en la historia de Bogotá.
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