La historia comenzó cuando al haberse graduado del colegio, en vez de irse directo a la universidad como suele ser común en alguien de su edad, este joven empresario optó por montar un restaurante. En ese momento no sabía nada de bebidas o gastronomía, pero lo que sí tenía claro era lo mucho que lo apasionaba todo lo que sucedía en los comedores de los grandes lugares que desde pequeño visitaba con sus padres.
In The Mood, como bautizó Roni Schneider a su primer emprendimiento, no tardó en convertirse en uno de los sitios referentes en la escena de la alta gastronomía en Caracas; la mezcla de cocinas japonesa y mediterránea, así como un ambiente de fiesta con música en vivo, era una experiencia bastante adelantada para la época.
Lamentablemente, con la llegada del paro petrolero del 2001 su negocio se vio muy afectado y tuvo que cerrar. Para pasar el duelo se mudó a Nueva York, meca global de la alta gastronomía, buscando no desconectarse del todo de esa pasión que ya sabía llevaba por dentro. En la Gran Manzana estudió artes, trabajó como DJ, conoció todos los restaurantes que pudo y, lo más importante, se enamoró de lo que es hoy en día una de sus más grandes pasiones: el vino.
Después de su aventura en la capital del mundo, Roni pasó una temporada en Miami durante la cual estudió diseño gráfico para más tarde regresar a Caracas a hacerse cargo de uno de los emprendimientos de su padre; una exitosa marca de panes artesanales con potencial de expansión internacional. Con esta intención viajó a Bogotá a buscar oportunidades para el negocio y cuenta el gelatero que tan pronto como el avión puso sus ruedas sobre la pista de aterrizaje en El Dorado supo que había llegado para quedarse. Se instaló sin pensarlo dos veces en Bogotá y a los pocos días llegó su hermano, con quien no tardaron en montar la planta de producción de Pan Sueco, nombre que llevaba la empresa en Venezuela. Los Schneider no podían estar más felices, iniciaban una nueva aventura empresarial en una ciudad que para ellos era simplemente espectacular.
Bogotá divina’
Cuenta Roni que la pasaban tan bien que decidieron dejar constancia de todas sus vivencias en un blog personal que tituló ‘Bogotá Divina’. Como todos sus emprendimientos, así como los de su padre, de quien heredó la capacidad de materializar ideas en rentables negocios, el blog pronto evolucionó en una tienda gourmet en línea; luego, en una boutique gastronómica con atención al público y, posteriormente, en el que quizás sea uno de los bares de mixología más especiales y renombrados de la ciudad: el exquisito Ocho y Cuarto.
A estas alturas de la historia, el nombre Roni Schneider ya era considerado una marca en el mundo de la gastronomía bogotana y quizás por esto el grupo de hoteles de lujo W no tardó en notarlo y en proponerle que fuese parte de su equipo. Roni no solo era experto restaurador, sommelier y panadero, sino que en su última experiencia con el bar se había vuelto también un maestro en el arte de la coctelería. Era el perfil perfecto que buscaba esta compañía para potenciar la experiencia W en la capital. Estuvo dos años con la organización, tiempo durante el cual aprovechó para afinar detalles de lo que hasta ahora venía siendo una muy exitosa carrera en el mundo de los placeres sibaritas. Después llegó la inesperada pandemia, el hotel cerró temporalmente y se vinieron días de silencio y reflexión en los que el inquieto gastrónomo se preguntaba cuál iba a ser su siguiente hazaña.
Nero Gelateria, el dulce sueño italiano de un experimentado ‘sommelier’
Presentación para llevar, de medio litro, con un gelato de chocolate al 70 por ciento.
FOTO: Cortesía Nero Gelatería
Roni Schneider, ‘sommelier’ y mixólogo, ha emprendido varios negocios en el mundo de la gastronomía.
La historia comenzó cuando al haberse graduado del colegio, en vez de irse directo a la universidad como suele ser común en alguien de su edad, este joven empresario optó por montar un restaurante. En ese momento no sabía nada de bebidas o gastronomía, pero lo que sí tenía claro era lo mucho que lo apasionaba todo lo que sucedía en los comedores de los grandes lugares que desde pequeño visitaba con sus padres.
In The Mood, como bautizó Roni Schneider a su primer emprendimiento, no tardó en convertirse en uno de los sitios referentes en la escena de la alta gastronomía en Caracas; la mezcla de cocinas japonesa y mediterránea, así como un ambiente de fiesta con música en vivo, era una experiencia bastante adelantada para la época.
Foto: Cortesía Nero Gelatería
Lamentablemente, con la llegada del paro petrolero del 2001 su negocio se vio muy afectado y tuvo que cerrar. Para pasar el duelo se mudó a Nueva York, meca global de la alta gastronomía, buscando no desconectarse del todo de esa pasión que ya sabía llevaba por dentro. En la Gran Manzana estudió artes, trabajó como DJ, conoció todos los restaurantes que pudo y, lo más importante, se enamoró de lo que es hoy en día una de sus más grandes pasiones: el vino.
Después de su aventura en la capital del mundo, Roni pasó una temporada en Miami durante la cual estudió diseño gráfico para más tarde regresar a Caracas a hacerse cargo de uno de los emprendimientos de su padre; una exitosa marca de panes artesanales con potencial de expansión internacional. Con esta intención viajó a Bogotá a buscar oportunidades para el negocio y cuenta el gelatero que tan pronto como el avión puso sus ruedas sobre la pista de aterrizaje en El Dorado supo que había llegado para quedarse. Se instaló sin pensarlo dos veces en Bogotá y a los pocos días llegó su hermano, con quien no tardaron en montar la planta de producción de Pan Sueco, nombre que llevaba la empresa en Venezuela. Los Schneider no podían estar más felices, iniciaban una nueva aventura empresarial en una ciudad que para ellos era simplemente espectacular.
‘Bogotá divina’
Cuenta Roni que la pasaban tan bien que decidieron dejar constancia de todas sus vivencias en un blog personal que tituló ‘Bogotá Divina’. Como todos sus emprendimientos, así como los de su padre, de quien heredó la capacidad de materializar ideas en rentables negocios, el blog pronto evolucionó en una tienda gourmet en línea; luego, en una boutique gastronómica con atención al público y, posteriormente, en el que quizás sea uno de los bares de mixología más especiales y renombrados de la ciudad: el exquisito Ocho y Cuarto.
A estas alturas de la historia, el nombre Roni Schneider ya era considerado una marca en el mundo de la gastronomía bogotana y quizás por esto el grupo de hoteles de lujo W no tardó en notarlo y en proponerle que fuese parte de su equipo. Roni no solo era experto restaurador, sommelier y panadero, sino que en su última experiencia con el bar se había vuelto también un maestro en el arte de la coctelería. Era el perfil perfecto que buscaba esta compañía para potenciar la experiencia W en la capital. Estuvo dos años con la organización, tiempo durante el cual aprovechó para afinar detalles de lo que hasta ahora venía siendo una muy exitosa carrera en el mundo de los placeres sibaritas. Después llegó la inesperada pandemia, el hotel cerró temporalmente y se vinieron días de silencio y reflexión en los que el inquieto gastrónomo se preguntaba cuál iba a ser su siguiente hazaña.
Una cena lo iluminó
Fue en una cena en casa de su compadre, el chef colombo-italiano Sergio Martin, donde se le prendió el bombillo. Esa noche habían preparado juntos un gelato para el postre y durante el proceso, Roni había sentido cómo el universo de aromas, colores y sabores que había navegado a través del vino y la mixología se presentaba de manera fenomenal ante sus ojos. Ese congelado producto milenario, apto para el consumo de seres de todas las edades, géneros y nacionalidades, no era para nada diferente a los cocteles que durante innumerables tardes había diseñado para sus comensales.
Esa noche se fue a dormir con la firme convicción de querer montar la gelatería artesanal más grande de Colombia. Al día siguiente, siguiendo la tradición de cuando le surge una gran idea, llamó a su hermano a las seis de la mañana, le contó acerca de lo que había visualizado la noche anterior y en cuestión de cuarenta y cinco días Nero Gelateria ya era una realidad.
En tiempo récord consiguió los equipos, la locación y desarrolló, tal y como si estuviera haciendo cocteles, una inusual colección de recetas con las que ha venido sorprendiendo a sus adeptos desde que abrió sus puertas al público el pasado mes de diciembre, en la calle 85, dos cuadras y media abajo de la carrera 15, en el norte de Bogotá.
En la vitrina, la cual monta él mismo cada mañana con producto recién hecho, Roni exhibe sus peculiares fórmulas, entre las cuales se destacan el Old Jack, una base de chocolate oscuro con bourbon y macadamias caramelizadas; el Pregúntame, un cheesecake de mascarpone y fresas con chocolate blanco; el Soya Caramel, de caramelo salado con salsa soya, y el Olive Oil, de vainilla natural con aceite de oliva y un toque de sal.
Más que una gelatería, Nero es, en palabras del propio Schneider, la tesis de grado de sus 20 años de carrera en la industria de la gastronomía. Un sueño hecho realidad que está próximo a inaugurar su segundo punto de venta en la nueva zona de restaurantes en la calle 90 con la carrera 11A.
Gelato no es lo mismo que helado
De acuerdo con Schneider, aunque ambos productos son elaborados a base de leche, crema, azúcar y aire, el gelato hace referencia a la receta artesanal italiana en la que se usan menores cantidades de grasa y de aire que en el helado tradicional. El resultado es un producto más pesado y con una mayor concentración de sabores; la textura es más suave y, al tener menos grasa, las papilas gustativas no se saturan y la experiencia de sabor es más intensa.
Fuente: El Tiempo